No quiero ver los movimientos de mi tarjeta, tengo la ligera sospecha de que estoy en quiebra. Aunque lo piense y me cause un poco de gracia, sé que es un asunto serio. Mañana tendré que sacar un reporte y tomar decisiones al respecto. Me veo haciendo cupcakes como Max en Two Broke Girls, para poder pagar algunas deudas.
La semana pasada caí en Crisol y su bendita oferta de 3x2; aún no he pagado la cuarta cuota de Isil, no estaba segura de querer tirarme parte de ese dinero, pero amo comprar libros. Tengo la fantasía o utopía de tener algún día una biblioteca enorme que llegue hasta el techo, como la de Joaquín Sabina tal vez; pienso mucho en esa colección que muestra siempre en sus entrevistas.
Comprar libros no es un despilfarro para nada, aunque el sueño de la super biblioteca gigante puede esperar un poco. En lo que realmente se va mis pocas fichas es en esta vanidad de comprar ropa o zapatos que no necesito. Esa es mi otra adicción; andar de shopping buscando colores, estampados y modelos nuevos de zapatillas, botas, sweters, vestidos, jeans, bolsos, carteras, etc.
Debería estar ahorrando para esos viajes que planeo, para los estudios y cursos que quiero llevar, pero cada vez que tengo hambre o veo algo lindo tras el escaparate, un impulso extraño hace que gaste sin pensar en mis prioridades. No puedo ir por el mundo sin planificar mis gastos. No haré un detalle exacto del gasto innecesario que hago a diario, solo sé que es demasiado.
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